La personalidad del bárbaro se adapta bien a la dedicación exclusiva, e incluso fanática, a una sola misión. Sus actos obedecen tanto al compromiso que emocionalmente tiene para con sus objetivos, como a cualquier tipo de planificación racional.
Cuando habla de su misión, torrentes de adrenalina invaden sus venas y la intensidad de su afán se hace evidente. Los demás responden a esa fuerza con el interés que el ejemplo suscita. Sus puntos fuertes son la disciplina y la acción rápida. Así como el profeta es el primer líder- visionario, el bárbaro es el primer líder- gerente. Influye para que otros ingresen en la organización; asigna cometidos y responsabilidades; señala metas a la actividad; sanciona con premios y castigos.
El bárbaro manda y ordena, y no es fácil que consulte a nadie ni que delegue atribuciones. Si alguna vez tiene dudas en cuanto al plan de batalla a seguir, jamás permitirá que eso se le note. El no pierde el tiempo en demasiados análisis ni en la elaboración de planes largos y complicados. Se caracterizan por su gran fe en la fuerza de la voluntad humana. Ellos no necesitan analizar tantos números ni tendencias para determinar si algo va a suceder o no; prefieren confiar en su propia capacidad para conseguir que lo deseado suceda. A los bárbaros les asemeja la obstinación con que persiguen sus objetivos. Muchos hombres de presa, perfectamente idóneos para el mando en tiempos de crisis, se muestran incapaces o inadecuados para recoger otros desafíos ulteriores. Dadas las condiciones de crecimiento rápido y probable desorden, el estilo de mando del bárbaro es, precisamente, el idóneo. El bárbaro eficaz pretende sentar, mediante el ejemplo, la ética de la compañía.
Cuando habla de su misión, torrentes de adrenalina invaden sus venas y la intensidad de su afán se hace evidente. Los demás responden a esa fuerza con el interés que el ejemplo suscita. Sus puntos fuertes son la disciplina y la acción rápida. Así como el profeta es el primer líder- visionario, el bárbaro es el primer líder- gerente. Influye para que otros ingresen en la organización; asigna cometidos y responsabilidades; señala metas a la actividad; sanciona con premios y castigos.
El bárbaro manda y ordena, y no es fácil que consulte a nadie ni que delegue atribuciones. Si alguna vez tiene dudas en cuanto al plan de batalla a seguir, jamás permitirá que eso se le note. El no pierde el tiempo en demasiados análisis ni en la elaboración de planes largos y complicados. Se caracterizan por su gran fe en la fuerza de la voluntad humana. Ellos no necesitan analizar tantos números ni tendencias para determinar si algo va a suceder o no; prefieren confiar en su propia capacidad para conseguir que lo deseado suceda. A los bárbaros les asemeja la obstinación con que persiguen sus objetivos. Muchos hombres de presa, perfectamente idóneos para el mando en tiempos de crisis, se muestran incapaces o inadecuados para recoger otros desafíos ulteriores. Dadas las condiciones de crecimiento rápido y probable desorden, el estilo de mando del bárbaro es, precisamente, el idóneo. El bárbaro eficaz pretende sentar, mediante el ejemplo, la ética de la compañía.
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